Retomando el parque trabajando como administradora de un complejo habitacional en City Heights, Joyce Brown vio como unos niños se negaban a ir al parque del área por la presencia de miembros de pandillas y de como ella comenzó a devolverle el parque a niños y a residentes de la localidad.

Lunes 22 de Diciembre del 2008 | Tres años atrás en una tarde de otoño, Joyce Brown daba un paseo por los jardínes arreglados de Metro Villas, el complejo habitacional donde ella trabajaba como coordinadora de servicios residenciales, cuando ella observó como unos niños se veían aburridos dando vueltas en un mismo lugar.

Brown, quien dijo que ella considera a cada niño con quien ella trabaja como uno de sus nietos, les preguntó a los niños por qué ellos no estaban jugando su usual juego de basketbol en el Parque Teralta, a unos pasos de Metro Villas. Los niños le comentaron que un grupo de pandilleros les ordenaron no regresar más al parque. Los pandilleros querían su territotio sólo para ellos y ellos querían que los niños se salieran de su camino.

“Yo les respondí: ustedes son contribuyentes de impuestos y ustedes pueden ir al parque cuando quieran,” dijo Brown. “Y ahí fue cuando yo dije: Ustedes saben algo, nosotros nos vamos a movilizar y vamos a hacer algo al respecto.”

Esa conversación fue el inicio de un extenso esfuerzo de la comunidad, guiado por Brown y otras personas de City Heights, que limpiaron el Parque Teralta y que abrieron un lugar más acogedor y más seguro para niños y residentes del área que se congregan en el parque.

Por tres años, Brown ha ayudado a asegurar las instalaciones del parque con cámaras de vigilancia de circuito cerrado que son monitoreadas 24 horas al día por el Departamento de Policía de San Diego y además ha presionado por tener iluminación en las esquinas oscuras del parque. Ella ha fundado un evento mensual llamado: Metro Miles, en el cual se congregan docenas de personas para caminar alrededor del parque, literal y figuradamente, reclamando por un lugar para niños y residentes locales.

Brown se convirtió en una activista comunitaria a una edad avanzada.

Por décadas como una carpintera en el negocio de construcción, como directora de servicios sanitarios en el Hipódromo de Del Mar, como representante de servicio al cliente para Pacific Bell y como trabajadora de gobierno en el Departamento de Vehículos Motorizados, Brown buscaba una válvula de escape a su deseo de acción comunitaria que burbujeaba por debajo de la superficie.

En sus diferentes tipos de trabajo, la mujer de sesenta años y abuela de seis nietos dijo que ella trató de servir lo más que pudo a pesonas en la mejor manera que ella pudiera; pero ultimadamente ella estaba atada a políticas corporativas y a limitaciones de sus actividades ofrecidas por sus empleos.

Entonces, a la edad de cincuenta y dos años, ella decidió que el trabajo de servicio al cliente no la llenaba suficientemente y se matriculó en una licenciatura en servicios humanitarios en el Campo Universitario de Springfield, ubicada a dos millas del Parque Teralta.

Ella se graduó en diciembre de 2003 y unos días después de su graduación ella vio una cartelera que anunciaba a la Corporación de Desarrollo Comunitario de City Heights, una organización sin fines de lucro en su propio barrio. Ella se comunicó con el grupo y para el mes de enero del siguiente año ella ya había sido contratada.

Brown trabajó como una coordinadora de servicios residenciales, un trabajo descrito por ella como: “escencialmente ser una trabajadora social.” Primero, en un complejo habitacional llamado Hollywood Palms y luego en Metro Villas. Brown trabajó con residentes de diferentes etnias y religiones, ayudando a familias inmigrantes a establecerse y a adaptarse a una nueva vida en los Estados Unidos; y haciendo de todo un poco como ayudando a adultos a buscar trabajo y ayudar a niños a realizar sus tareas.

Trabajar para la Corporación de Desarrollo Comunitario, dijo Brown, ella finalmente sintió que sus deseos tan anhelados finalmente habían llegado, después de tantos años de pasar sentada detrás de un escritorio contestando llamadas telefónicas.

“Yo no quiero sonar sentimental, pero yo había llegado a un punto en mi vida en donde yo realmente quería hacer la diferencia,” dijo Brown. “La Corporación de Desarrollo Comunitario me dio la plataforma. Yo tenía la oportunidad de trabajar con más personas y con una comunidad más diversa.”

El trabajo de Brown en Metro Villas la llevó a conocer el parque en donde ella iba a tener su primer gran éxito como organizadora comunitaria, el Parque Teralta. éste está construido sobre un puente de la ciudad literalmente arriba de la autopista interestatal número 15, el parque es uno de los pocos lugares abiertos para la comunidad en City Heights; pero éste había sido por mucho tiempo un sitio de actividad pandillera y de violencia relacionada con drogas.

Cuando Brown empezó a trabajar en Metro Villa, el Parque Teralta se había convertido en casi una zona prohibida para niños del barrio. María Cortéz, quien colaboró con la iniciativa de Metro Miles junto con Brown, y quien ha vivido junto al parque por 36 años, dijo que tres años atrás el valioso recurso comunitario había sido tomado casi completamente por personajes desagradables.

“Los miembros de las pandillas les habían dicho a los residentes que las familias no eran permitidas en el parque,” dijo Cortéz. “Ellos hasta le dieron una paliza a unos niños para que ellos les pasaran el mensaje a los demás.”

Brown se lanzó directo a enfrentar los problemas de las pandillas en el parque, dijo la ex concejal Toni Atkins, quien ha conocido a Brown por muchos años. Antes que Brown tuviera un plan más especifico con un enfoque más organizado de limpiar el parque, Brown tomó las cosas por sus propias manos, dijo Atkins.

“Yo siempre pensé: ‘Por favor se precavida,’ porque ella llegaba y sacaba gente del parque,” dijo Atkins. “Ella y otro par de mujeres del vecindario decidieron que no se iban a quedar con los brazos cruzados.”

Atkins dijo que su oficina puso en contacto a Brown con el Departamento de Policía de San Diego y Brown y Cortéz empezaron a organizar sus esfuerzos para reclamar el Parque Teralta. Brown dijo que su primer instinto fue de proveer una presencia en el parque que la ayudaria a disuadir a los miembros de las pandillas que habían estado fastidiando a los niños del barrio.

Juntas, Brown y Cortéz reunieron a una docena de residentes locales y a activistas que empezaron lo que ahora es llamado como Metro Miles, una prueba de la fuerza de la comunidad y de compromiso que reune a veces hasta cincuenta personas caminando alrededor del Parque Teralta. Brown dijo que comenzó con un grupo de niños y de padres de Metro Villas y que el grupo aumentó en cuanto los residentes locales vieron las marchas y se unieron a ellas.

Los marchadores llevaban camisetas verdes de la Corporación de Desarrollo Comunitario y Brown fijó un objetivo al grupo de caminar cien millas por solidaridad. Midiendo las circunferencia del parque, Brown sumaba cada milla caminada por cada caminante asistente y al llegar a la suma de cien millas, el grupo departía en un convivio en el parque.

“No nos tomaba realmente tanto tiempo,” dijo Brown. “A veces eramos entre 35 o 40 personas. El Departamento de Policía asistia, así como el concejal Todd Gloria.”

Al principio, dijo Brown, el grupo caminaba por lo menos tres veces por semana por un período de al menos de un año. A medida como las condiciones del parque fueron mejorando, dijo ella, el grupo de Metro Miles caminaba una vez a la semana y ahora camina solo una vez al mes.

A parte de la disuación física que las caminatas ofrecen a miembros de pandillas y a otros criminales, Metro Miles se convirtió en la voz de los residentes locales que buscaban limpiar el parque Teralta, dijo Brown. Las caminatas ayudaron a llamar la atención ya que las luces del parque siempre eran quebradas por vándalos y además ayudó a estimular el esfuerzo para traer las cámaras de vigilancia de circuito cerrado al parque.

El oficial del Departamento de Policía de San Diego, Jim Tulumello, trabajaba en la comunidad para ese entonces. él dijo que las caminatas comenzaron a tener un efecto casi inmediato, actuando como un elemento disuasorio a traficantes de drogas y a otros ciminales que habían hecho del parque su hogar.

“Ellos comenzaron a mover el timón y se convirtió en algo contagioso dentro de la comunidad,” dijo Tulumello. “Si esto acaso fuera una tendencia, sea ésta definitivamente una tendencia muy positiva, ahí había una energía muy positiva.”

Kristin Beatty, una ayudante del Procurador de la ciudad, dijo que Metro Miles fue un instrumento para hacer un llamado a la conciencia acerca de los problemas del parque y para tomar acciones de seguridad; desde la aplicación de la ley hasta para hacer que la alcaldía les proporcionara una iluminación adecuada y cámaras de vigilacia al parque Teralta.

“Un programa como éste, donde ciudadanos motivados toman acciones regulares para cambiar la reputación y crear una nueva presencia en una localidad, puede ser muy poderoso,” dijo Beatty. “éste es un modelo que podría ser tomado a través de toda la ciudad.”

Brown trabaja ahora como coordinadora de activismo de la comunidad siempre para la Corporación de Desarrollo Comunitario. Su más reciente campaña se enfoca en incrementar las opciones de movilización para los ciudadanos de City Heights. Trabajando para la Corporación de Desarrollo Comunitario y otros grupos locales, ella esta encabezando un esfuerzo de residentes locales para obtener el tan prometido centro de transporte público en la autopista interstatal número 15 en el corazón de City Heights.

El proyecto proveería un transporte público más rápido para el vecindario, permitiendo que los residentes lleguen más rápido a sus lugares de trabajo en el condado norte y al centro de San Diego.

Brown ya no acude a todas las caminatas mensuales de Metro Miles, pero trata de ir a todas las que puede.

El parque Teralta persiste como un problema difícil para los oficiales de la policía, con una gran concentración de miembros de pandillas, traficantes de drogas y de indigentes que permanecen a toda hora en la zona de juegos y en las áreas de picnic.

Algunos residentes locales entrevistados en el parque dijeron que éste es todavía una zona muy peligrosa para niños que no estan acompañados por un adulto, especialmente en horas de la noche. El vigilante que se encuentra cerca de la Escuela Central de Primaria dice que él les aconseja a los niños de no caminar a través del parque si es que lo pueden evitar.

Sin embargo, por un par de horas al mes, docenas de residentes locales se colocan sus camisetas verdes brillantes y el parque se convierte en una zona amigable para niños cuando los traficantes de drogas y los miembros de pandillas se mueven a otro rincón de la ciudad. Y todas las noches, las luces del parque se iluminan y las cámaras de vigilancia se encienden y se convierten en sentinelas de la grama de un verde irregular y de las paredes de cemento llenas de graffiti del Parque Teralta.

“Yo me siento muy orgullosa de todo lo que hemos logrado hacer aqui,” dijo Brown en un reciente recorrido en el parque.

Traducido por Carmen Florencia Reyes Donohue.

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