Esta es la segunda parte de un reportaje realizado en colaboración con KPBS. Lee aquí la primera parte. Escucha los reportajes complementarios.


Los huesos de una leyenda de San Diego yacen en fragmentos sobre mesas en una bodega.

Los pedazos de pinturas, trozos de pared, candelabros, sillas y vitrales una vez adornaron la popular sala de catas de la antigua Aztec Brewing Co. ubicada en Barrio Logan en los años 30 y 40, sin embargo, han permanecido almacenados desde que el edificio fue demolido hace más de 20 años.

Esa ocasión hace cinco años fue una de las pocas veces que alguien ha visto las obras de arte durante las décadas que el rompecabezas gigante ha permanecido guardado en una bodega. Pamela Bensoussan, una valuadora de arte analizó la colección y la vivacidad de las piezas la dejó sin aliento.

Algunos de los masivos murales aztecas y mayas realizados por el artista José Moya del Pino estaban en pedazos, comentó. Sin embargo, las piezas parecían obras individuales.

“Eran impresionantes, los colores parecían frescos, aunque estaban dañadas,” afirmó. “El color era como si lo hubieran pintado ayer. No habían visto la luz del sol por décadas”.

Pero las piezas regresarían a sus embalajes, fuera de la vista del público una vez más.

Descubiertas a finales de los 80 en un edificio que estaba a punto de ser demolido, las obras de arte y mobiliario de la sala de catas llamada el “rathskeller” de una cervecera, inspiró a artistas locales y activistas a luchar por su supervivencia. El gobierno de la ciudad se hizo cargo y las ha mantenido almacenadas desde entonces, con la promesa de instalarlas nuevamente en el vecindario.

Muy pronto, después de más de 20 años, una gran parte de la colección volverá a ver la luz del día, restaurando un vínculo con la vibrante cultura del barrio.

Aunque el gobierno de la ciudad planea restaurar las obras de arte y reinstalarlas en un restaurant en el tan esperado proyecto del Mercado del Barrio, hay muchas cosas aún en el aire — los desarrolladores del proyecto no han encontrado al restaurante que ocupará el espacio y el artista que redescubrió la colección no está de acuerdo con instalar las obras en un lugar donde la gente come.

Sin embargo, el plan es el primer arreglo factible para exhumar este pedazo de historia después de retrasos por más de un cuarto de siglo. Los sandieguinos podrían volver a beber muy pronto en compañía de estas piezas ricas en historia y colorido.

‘Hemos estado esperando una oportunidad’

Bajo las sombras de las vías rápidas que pasan por encima, los equipos de construcción comenzaron la edificación del Mercado del Barrio después de más de 20 años de disputas políticas, peleas sobre la propiedad de la tierra y un mercado de bienes raíces a la caída.

En la actualidad, el casco del edificio y sus huesos de madera emergen de la tierra para muy pronto albergar al primer gran supermercado del vecindario en décadas, desarrollo que además incluirá tiendas y viviendas.

Shea Properties, la empresa desarrolladora del Mercado sabe exactamente qué debe adornar las paredes del restaurante que se planea construir en la propiedad: las obras de arte de la Aztec Brewing Co.

El gobierno de la ciudad y los desarrolladores ya se encuentran negociando los términos del préstamo de las obras de arte, buscando la manera de proteger las piezas en el restaurante de la grasa y humedad. En las representaciones arquitectónicas se integraron los murales, vitrales, vigas, pinturas enmarcadas, el bar incrustado de azulejos, puertas y candelabros.

Cortesía de Shea Properties
Una representación realizada por Safdie Rabines Architects del nuevo restaurante en el Mercado del Barrio con el arte del rathskeller.

Los murales tienen un nuevo hogar en papel, pero aún no hay candidatos para ocupar dicho espacio: los desarrolladores no saben qué restaurante se instalará en el Mercado.

Aunque no han anunciado públicamente las líneas sobre las cuales han estado trabajando, los desarrolladores imaginan que el restaurante será una empresa regional o local. “No como un Denny’s ni algo similar,” afirmó Kevin McCook, supervisor del desarrollo.

Afirman que no pueden imaginar qué restaurantero no encontrará un atractivo adicional en las obras de arte. A medida que las negociaciones con el gobierno de la ciudad y el restaurantero que potencialmente ocupe el lugar continúan, cabe la posibilidad que los desarrolladores encuentren un lugar distinto en el Mercado además del restaurante para ubicar las obras de arte, comentó McCook.

No todas las piezas de la colección de arte y mobiliario de la antigua cervecera serían incluidas.

Cuando el gobierno de la ciudad contrató a Bensoussan en el 2007 para analizar la colección en la bodega, ella determinó que el valor de las piezas era mucho mayor por separado que la suma de las partes.

En su estado actual, la colección valía alrededor de $205,000. Si se arreglara y se restaurara por profesionales, el valor de la colección aumentaría hasta llegar aproximadamente a los $506,000.

Bensoussan estima que si la colección no permanece intacta, el valor total de Mercado de las piezas restauradas disminuye aproximadamente en un 20% hasta llegar a $405,400. Afirma que prefiere que la colección se mantenga junta y no en pedazos de yeso sin valor.

Dana Springs, la gerente de arte público del gobierno de la ciudad afirma que eso no se puede hacer. No se cuenta con los suficientes recursos — o espacio en el restaurante planeado — para colocar todas las piezas que se tienen en la bodega. Algunos fragmentos se encuentran tan dañados que no vale la pena restaurarlos, comentó.

“Por mucho tiempo hemos estado a la espera de una oportunidad para regresar esas piezas a Barrio Logan y ésta es nuestra oportunidad,” comentó Springs. “Además, es lo más cerca que hemos estado de cumplir con la intención del Cabildo cuando aceptaron las piezas a principios de los años 90”.

El gobierno de la ciudad obtuvo una subvención de más de $400,000 dólares del gobierno federal para sacar las piezas de la bodega y restaurarlas para luego instalarlas en el Mercado. Esos recursos se destinarán al pago de expertos que restaurarán e instalarán los murales, puertas, vitrales, candelabros, pinturas y vigas.

Probablemente, los objetos que el gobierno de la ciudad ha seleccionado para restaurar con los recursos federales alcancen un valor superior a los $350,000 cuando hayan sido restaurados.

‘Esto es lo que la gente ha ofrecido hacer’

Fotografía de Angela Carone
El muralista Salvador Torres se toma un descanso al pintar para platicar sobre el descubrimiento de las obras de arte en el rathskeller en 1988.

Hace poco, durante una mañana en la que trabajaba en un mural cercano vistiendo overoles salpicados de pintura, Salvador Torres suspiró, recordando su sueño original de colocar la colección de la cervecera en un lugar que fungiera como museo.

Ahora con más de 70 años, Torres no comulga con la idea de separar la colección que se ha dedicado tantos años a salvar. Tampoco le agrada la ubicación propuesta. En un descanso que se tomó mientras pintaba, leyó en voz alta un fragmento de un poema que le dedicó a Moya del Pino en 1988.

Inspirado y enardecido con tranquilo disgusto

Al pensar en su destrucción

y en el arte fragmentado y en desorden

La gente del Barrio Logan ayudó a construir esta ciudad, dijo Torres, con gran emoción en su voz.

“Y de ese trabajo proviene nuestro arte. Nuestras bellas artes,” dijo. “¿Solo para servir como decoración en un restaurante? No. No lo creo apropiado.

Rachael Ortiz, amiga de Torres dirige un centro comunitario en Barrio Logan. Dice que comprende su sentir. Pero “es solo retórica si no se le aportan recursos,” dijo. Agregó que para ella, los planes son hermosos.

“No digo que tenga más sentido, lo que yo digo es que esto es lo que le gente ha ofrecido hacer,” dijo. “Y yo creo que lo hicieron con mucho amor en su corazón, con buenas intenciones y están muy orgullosos de ello”.

Springs dijo que el trabajo en la administración del arte público significa balancear el valor del arte con su audiencia. Si un mayor segmento de la población visualiza las piezas en un restaurante, dijo, entonces eso tiene sentido para ellos.

“Debemos de pensar, ¿a quién beneficia? ¿Qué comunidad necesita experimentar esto? Dijo Springs. “Somos administradores de programas de arte público. Es nuestro trabajo pensar en el público”.

Hojeando los dibujos del restaurante realizados por los arquitectos con el arte del rathskeller incluido, Ortiz dijo que puede imaginar el sabor del tequila.

“Estoy muy emocionada con la idea. Será muy bello,” dijo. “Soy soltera, tú sabes, me gusta ir en ocasiones a algún lugar y tomar una bebida para relajarme”.

Y los rostros pintados por Moya del Pino en las obras del rathskeller una vez más observarán.

La primera parte: La sala de catas o rathskeller que se localizaba en Main Street de Barrio Logan ya era un popular destino décadas antes de que San Diego consolidara su reputación como la capital de la cerveza artesanal. Redescubierta días antes de que una bola de demolición derribara el edificio a finales de los 80, la colección de arte de la cervecera se salvó de la destrucción y ha permanecido almacenada desde entonces, esperando cristalizar la promesa del gobierno de la ciudad de algún día devolver las piezas al que fuera su hogar.

La traducción de este artículo al español fue generosamente realizada por nuestros amigos de US-Mexico Border Philanthropy Partnership.

Kelly Bennett es reportera de Voice of San Diego y Angela Carone es reportera de KPBS. Pueden ser contactadas a través de los correos: kelly.bennett@voiceofsandiego.org y acarone@kpbs.org.

Dagny Salas was web editor at Voice of San Diego from 2010 to 2013. She was an investigative fellow at VOSD from 2009 to 2010.

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